Quizás este refrán catalán hace referencia al frío que pasaban las castañeras por el día de Todos los Santos cuando tenían que estar todo el día a la intemperie vendiendo castañas, a pesar de que tenían el fuego cerca.

Las castañeres acostumbraban a ser mujeres más bien mayores y vestidas con prensas oscuras, con un pañuelo en la cabeza. Una de estas castañeres era la Ignasieta Pastor, abuela del Sr. Josep, que viene en nuestro Centro de Día de Sants. Él nos explica, con mucha emoción, que la Ignsieta era una mujer muy buena que vendía castañas en otoño y cortes de melón y sandía en verano (¡¡ahora sería impensable, no pasaría los controles de sanidad!!). Tenía la parada en Cornellà primero y después se trasladó a la Calle Roger. Era pequeñita y regordeta, “gafarrona”, dice Josep, la verdad que no sé si esta palabra está en el diccionario, pero se entiende a la perfección.

La Ignasieta, continúa explicándome el Sr. Josep, iba vestida toda de negro, como la gente humilde y trabajadora de su época (quizás hablamos de principios del siglo XX). Era muy austera la vida entonces para la gente de algunas barriadas de Barcelona. Pero ella era muy buena persona y estaba siempre dispuesta a ayudar a los vecinos, “no tenía nada suyo”- añade Josep.

Como la Ignasieta, muchas castañeres llenaban las calles de nuestra ciudad, en la Plaza de Sants, dicen que siempre se ponía una.
Ahora todo es diferente, ya no hacen falta capas y pañuelos grandes…pero unas castañas muy tostadas continúan siendo bienvenidas en la mesa.

¡¡FELIZ CASTAÑADA!!

---